viernes, 29 de octubre de 2010

La admisión de Néstor

El presente es un humilde homenaje a quien considero fue un gran presidente y líder de los Argentinos. Es un corto relato de ficción (¿Ficción?), que intenta recodarle a los lectores, algunas de las batallas que libró en pos de un país mejor. 







La admisión de Néstor 

CAPÍTULO ÚNICO

Miré la pantalla. Siguiente aspirante: Néstor.

Me costaba un poco leer porque me dieron un monitor de tubo. Decían que si yo, el jefe, me agarraba el peor y dejaba los mejores para mis subordinados, entonces alcanzaría El Cielo.

¡Pero ya estoy en el cielo! Pensé. Perdón, me presento: soy San Pedro, jefe de la mesa de entradas de "El Paraíso".

En verdad, la idea de agarrarme el peor monitor me disgustaba bastante. Pero tanto insistí por un mouse de cinco botones, que ahora que me lo dieron, no me podía quejar por un buen rato.  

Mi trabajo consiste en supervisar a los entrevistadores que hacen la admisión para "El Paraíso". El salón es muy amplio, no solamente porque no tiene techo, ya que el techo es el cielo mismo, sino por la apariencia de amplitud que produce estar flotando en una nube. Es una imagen interesante. No sé a qué me recuerda. Por arriba, el techo celeste, como si estuviese nublado pero no lo está. En el medio nosotros y el piso, mejor dicho la nube, de un color blanco intenso y puro, pero que no encandila. Y por debajo nuevamente el cielo. Sí, el que sostiene las nubes. Y el sol, que navega por el centro, entre nosotros, entre los muebles, como en un atardecer, provocando destellos dorados. No sé a qué me recuerda.

En general es un trabajo tranquilo, y no suelo tener contacto con los aspirantes. Pero hoy me faltaron tres entrevistadores, y estamos bastante cargados. Es que hubo un terremoto y se me llenó la sala de golpe. Entonces me ofrecí a ayudar a los muchachos, y aquí estoy, usando el sistema de turnos y a punto de entrevistar al siguiente.

Hice clic en el botón verde. Sonó la campanilla. Se incrementó el número de turno en el display central, y el hombre alto se levantó al instante.

Si no fuera por lo que sucedió después, no me hubiese acordado de tantos detalles. En cuanto se paró, se acercó hacia él una persona vestida con overol y casco blanco, y lo saludó con mucha solemnidad, como agradeciéndole. El hombre alto, con una inmensa sonrisa le palmeó la espalda, le dio un gran apretón de manos, y continuó su marcha hacia mi box. Pero en ese camino, por lo menos cinco hombres más y cinco mujeres, algunos con aspecto humilde, otros con uniformes de distintas profesiones, se cruzaron para saludarlo y abrazarlo, y nuevamente parecía como si estuviesen agradeciéndole.

El hombre alto vestía un traje caro, y tenía un aire presidencial. Altivo, seguro, saludaba a la gente a su paso. Y recibía mucho afecto. Aunque en el trayecto, hubo uno, también con ropa de trabajador, que escupió al piso y se dió vuelta con una muesca de desprecio. No estoy seguro si fue un gesto de desaprobación, o simplemente el hombre era un poco desaliñado en sus modales. Al darse vuelta alcancé a leer en la camisa del overol que decía: Fibertel.

Todo en el hombre alto indicaba que se trataba de una persona conocida, y parecía muy importante. Pero en cuanto vi sus mocasines estropajosos y su peinado desarreglado, supe inmediatamente que se trataba de un hombre común, trabajador, con cierto carisma con la gente, y nada más.

–¡Buenos días! –me dijo muy amablemente mientras estrechaba mi mano.

–¡Buenos días! –le dije– Tomá asiento por favor. ¿Néstor no? Como ya te habrán informado en el mostrador de la entrada, estamos aquí para charlar sobre tu ficha de vida, y decidir si podés ingresar ya mismo a "El Paraíso", o tenés que hacer el curso de ingreso y rendir el examen correspondiente.

–¡Sí claro! –dijo Néstor, con un sutil dejo de molestia. Estaba claro que había entendido bien el motivo de la entrevista y mi explicación estaba de más. Evidentemente estaba frente a un hombre de acción y por lo tanto, un poco impaciente. 

–Bien –proseguí–. Generalmente en nuestro sistema aparecen algunos elementos difusos que son justamente los que resolvemos con esta entrevista. Las preguntas y la cantidad son completamente individuales por cada aspirante. En tu caso tenemos unas pocas dudas sobre las que queremos charlar. ¿Te parece bien?

–¡Me parece perfecto! –dijo.

–¡Excelente! Vayamos a la primer incertidumbre. Aquí dice que en una oportunidad entraste por la ventana. ¿Dónde? ¿Acaso hurtabas por las noches?

–¡Ja! ¡Es verdad! Pero sólo como metáfora. Se refiere a cómo accedí a la presidencia. A mí me eligió el 20% de la gente, y como no se llegó al ballotage porque el turco se bajó, dicen que entré por la ventana. Pero terminé mi mandato con un 75% de imagen positiva. O sea que entré por la ventana, pero me fui por la puerta principal, y con honores.

–Entiendo. Veamos que sigue. Uhhh. Esto parece un poco fuerte. ¿Es verdad que con fuerza descuartizabas impunemente los soldaditos que un amiguito había armado?

–¡Qué gracioso! Ningún amiguito. Descabecé la cúpula de las Fuerzas Armadas. Eran muchas las reformas que nuestro país necesitaba y para lograrlas había que transmitir un par de mensajes fundamentales desde el principio. Primero, que la impunidad no era posible y segundo, que éste, no iba a ser un presidente débil.

–Y perdón –prosiguió Néstor–. Ya que estoy acá... ¿Te puedo preguntar algo que me intriga, y creo que también a la humanidad toda?

–¡Por supuesto! –le dije.

–Bien... –y agregó– ¿Cuál es el sentido de la vida?

–¡Ahhh! ¡La clásica! Mirá. El sentido de la vida es algo tan sencillo que si te lo digo, no lo vas a poder creer. Sin embargo, aquellos que llegaron a esta oficina no podrán saberlo nunca. Lamentablemente esa respuesta está reservada solo para aquellos que acceden a “El Infierno”. No me preguntes por qué, dado que no sé.

–¡No podés! –espetó Néstor, mientras se reclinaba hacia atrás, extendiendo las manos y haciendo una mueca de desaprobación. 

Me dio gracia su reacción. Le expliqué: –El Jefe dice que la respuesta a esa duda existencial no tiene sentido para los que vienen a esta sección, pero que sí la tiene para los que van a la otra. ¡Qué sé yo! Políticas de la Organización. ¿Podemos seguir? No falta mucho.

–¡Adelante! –arrojó Néstor.

–Bien... Aparentemente dijiste en varias oportunidades que tenías el mejor Duravit en relación con los demás. Coincidimos en que los camioncitos Duravit eran buenísimos, pero… ¿Alardeabas con el mejor camioncito?

–Superávit dije. El mejor Superávit. ¡Cómo no voy a hacer alarde! Desde que asumí, exigí no gastar más de lo que recaudamos. Y así fue. Durante todo mi período, se aumentó el gasto social, se ahorró, se pagó deuda externa, y siempre dentro de un estricto esquema de equilibrio fiscal y comercial, como muy pocos lo hicieron. 

–Entiendo. Siguiente duda. Parece que en una cena, te sirvieron una suprema con un corte que no te gustaba, y después te hiciste adicto a ella. No entiendo la adicción...

–¡Que no me gustaba una Corte Suprema Adicta! –exclamó–. Me parece que tus investigadores se tomaron un par de tintos antes de escribir el informe. ¡Je! Un chistecito amigo. Desde el comienzo supe que uno de los pilares para construir una Nación en serio, era contar con una Corte Suprema de Justicia independiente, honorable y más reducida. No fue fácil. Tuve que pedir públicamente ayuda al pueblo porque algunos jueces estaban enquistados, y no querían dejar sus cargos.

–Néstor. Los muchachos hacen un excelente trabajo, pero tenés que entender que hablan en arameo, y el Heaven Translator todavía tiene algunos bugs. 

–Sigamos –aclaré–. Dicen que le quitaste los dulces a unos chicos que estaban en el exterior de tu casa. ¿Y eso?

–¿Dulces? ¡Dólares! –exclamó con orgullo– ¡Fue una quita enorme! Del orden del 70%, de la gigantesca deuda externa del país, que dicho sea de paso, contrajeron otros gobiernos. Conseguí reestructurarla y me la puse al hombro para pagarla. No me gusta tener deudas. Además cancelamos también la de ese organismo que te presta, no para ayudarte, sino para subyugarte. El Feudo Masacrador Inhumano, conocido también como FMI.

–Si lo conozco –le dije–. Esa gente no suele venir por acá. Van al otro lado. Bueno. Eso es todo Néstor. Tu ficha está completa. No te da un cien por cien, pero a nadie le da eso. Aún así, aplica muy bien y cierra. Ya podés "Entrar".

–Tengo otra duda –dijo Néstor–. En aquél box, veo que pasan uno tras otro casi sin responder preguntas. ¡Mientras yo estuve aquí, pasaron como veinte! ¿A qué se debe?

–¡Ahhh! Ese es el box de primera clase. Solo reservado para los hinchas de Boca Juniors. Ellos tienen El Cielo asegurado de antemano. En todos lados se cuecen habas mi amigo. Yo no hago las reglas.

Néstor hizo un gesto, como asintiendo, y a la vez despreciando el hecho. Se levantó. Nuevamente afloró una sonrisa, y se encaminó hacia el enorme e iluminado portal de “El Paraiso”.

Y cuando estaba bajo el umbral, lo llamé en voz alta: –¡Néstor!

–¡Qué amigo! –me respondió.

–Sobre esa duda existencial que tenías. Hay alguien que lo sabrá, pero no viene para acá. Sabemos que hizo méritos suficientes para la otra sección, la que te dije antes, la de abajo. Se la vas a poder preguntar mediante la terminal de intercomunicación, aunque lo vas a tener que esperar un tiempito.

–¡Excelente! –me dijo– ¿Cómo se llama?

Y con un carraspeo en la garganta le respondí: –¡Cleto!

...

Nota del Autor: No soy escritor, pero me gustaría serlo. Pido disculpas a los verdaderos escritores, y a los lectores, por cualquier error literario que haya cometido. Prometo aprender y mejorar. Si te gustó, compartilo y seguime. Si no te gustó, criticame, pero con respeto. Muchas gracias.

Diego Soto

P.D.:  Gracias a Majofa por compartir su arte.


Twitter: @yodisiento
Buenos Aires, Argentina

2 comentarios:

  1. buenísimo diego, seguí así!! Lo del "cielo asegurado" estuvo reverendamente AL-PEDO, pero bue... perfecto no puede ser

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  2. Bien.


    puff por el detalle boquense... por lo que deduzco seguro que ya tengo el infierno asegurado.
    Gracias por compartir tus artes con el mundo.
    Quiero más.


    Abrazo,
    gab

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