lunes, 26 de octubre de 2015

La solidez del Titanic

El soberano habló. El verdadero soberano. EL PUEBLO.

Está diciendo algo bien fuerte, y aquél que no escucha, a menos que sea sordo, es un tonto. Si bien no me gusta lo que está diciendo, voy a prestarle mucha atención y a reflexionar. Porque pensé que formaba parte de una mayoría indiscutible. Me equivoqué. El pueblo está claramente dicotómico en su deseo, y lo único que parece indiscutible es la intensidad de un clamor unificado bien resonante: a este oficialismo, o al modelo que representa, no lo quiere más.

Que me perdonen los terratenientes, los oligarcas, los dueños de multinacionales, los ricos empresarios, los que apuntan sus ventanas hacia la ribera del Río de La Plata en San Fernando, o los que cenan todos los días con Barón B. Realmente me importa poco el clamor de éstos, porque cuando pierden, se encargan de recuperar lo que perdieron quitándoselo al indefenso. Como cuando pusieron los botes salvavidas solo para ellos mismos en aquél legendario transatlántico. Y son también los que se suben primero.

El clamor que me importa es precisamente el del indefenso, el del pobre. El de las cubiertas de abajo, las que tienen botes insuficientes y ninguna vista al océano. Y lo que estoy escuchando es distinto a lo que yo pensé que diría. Parece que ni este pueblo pobre quiere a este oficialismo. Y si el indefenso no lo quiere por algo es. Y quiero saber.

Voy a reflexionar mucho, voy a averiguar más. ¿Qué es lo que no quiere el pobre cuando el modelo lo está priorizando? ¿Será que el modelo no lo está haciendo realmente? ¿Será que la instrumentación del modelo es la que no lo prioriza? ¿Será que el deseo de priorizarlos actualmente persiste solo en algunos y por eso no alcanza?

Entendamos algo, el clientelismo que nos quisieron vender es una gran patraña. Tanto "voto comprado" resulta que al final no existe. Esa manía que tienen los detractores del modelo de defender sus incapacidades en base a la idea que al pobre se lo compra con un choripán acabó por quedar demostrado que solo existe en el imaginario de quienes sí son capaces de sobornar.

El pobre lo que pide son oportunidades. Ni siquiera las mismas, solo las básicas. Pide que no se lo niegue o se lo pisotee. Pide ayuda solo cuando las oportunidades son nulas. El pobre no es un vago. Tiene dignidad y solidaridad infinita porque sabe lo que es no tener esperanza. El pobre primero necesita comer, porque el hambriento no vive en este mundo, vive en el infierno del hambriento. Pero una vez que el hambriento pasó a ser un ser humano, y a formar parte de este mundo, lo que necesita es sentirse digno y tener esperanza.

Quizás el pobre se sintió agradecido porque se lo reconoció y se lo sacó del infierno. Quizás, ahora como ser humano ansía el siguiente estadio. Y aquí es posible (insisto, estoy conjeturando) que el oficialismo, o el modelo, ya no esté siendo útil. Yo creía que sí, que estaba siendo útil. Parece que no, porque el soberano lo está diciendo.

La majestuosidad del transatlántico


Es posible que el pueblo pobre se sienta un pasajero que navega en un barco que en apariencia no se hunde, pero que no lo lleva hacia ningún lado. Solo lo mantiene a flote. Tiene la panza llena, y ahora quiere más, quiere llegar hacia algún lado, o al menos quiere moverse. Es absolutamente comprensible. Ninguno de nosotros querría estar flotando en una balsa en medio del océano, por más que la balsa jamás se hunda y los alimentos sean infinitos hasta el día de nuestra muerte. A veces es preferible sacudir las aguas, perder estabilidad y víveres, morir en el intento, pero moverse hacia algún lado.

Parece que el pasajero observa otras barcas navegando a su lado y quiere arrojarse a las aguas para aferrarse a alguna de ellas. Puede que termine aferrándose a una que no lo va a contener pero le alcanza con que sea una distinta a aquella que solo lo mantiene a flote. Uno de esos barcos parece majestuoso, sólido, lleno de alegría y esperanza de llevarnos a buen puerto. Apenas zarpó, cortaba las aguas como un torpedo, imparable, indestructible, y en sus cubiertas tomábamos champán, manejábamos "Ferraris" y salíamos en tapas de revistas vistiendo nada más que un collar de perlas y un tapado de vison. Lo conocemos bien, porque ya estuvimos antes en el Titanic.

Recuerdo perfectamente la alegría y el optimismo por el cambio que proponía aquél "gran justicialista". Recuerdo incluso como forzó, con ayuda, a tomar el poder anticipadamente. Recuerdo los cuatro primeros años de supuesta "bonanza" hasta el "chasquibum" del efecto Tequila que nos reventó el casco cual bomba nuclear. Porque lucía sólido ese barco, pero estaba hecho de hojalata. Recuerdo en especial la enorme cantidad de "hojalata" de campaña, que "entre todos podemos", que "todos nos merecemos vivir mejor", y "que lo sigamos que no nos iba a defraudar".

Veinticinco años después, la misma hojalata. Queremos abandonar un barco que en apariencia solo mantiene a flote a los pobres, para subirnos a uno que parece lleno de esplendor, que promete solidez y seguridad, cuyos constructores son los mismos de aquél transatlántico, que manejan la misma cantidad ajustada de botes salvavidas, que ponen la misma cantidad abundante para la primera clase, y sus navegantes son los discípulos de aquellos que condujeron ese que no se podía hundir.

Recuerdo que hasta hace un año atrás estos capitanes pregonaban que los salarios son un gasto, que hay que estar dispuesto a resignar salario y cobrar lo mínimo por lo que se hace, que nacionalizar YPF era un error, lo mismo con las AFJP, que votaron en contra de la AUH, que la re-distribución de la riqueza era un "cantito insufrible", que a Griesa había pagarle de inmediato en billetes calentitos, previo a ponernos un traje de vaselina, y la lista sigue y sigue.

Recuerdo cómo desde que arañaron el gobierno de la ciudad, se dieron vuelta como un panqueque. La hojalata. Perón pasó a ser un héroe nacional, YPF, las AFJP y la AUH son lo mejor que se hizo en el país, a Griesa hay que mostrarle los dientes, los pobres también importan, y todo lo que se hizo bien hay que mantenerlo pero mejorarlo. Hojalata.

Los botes salvavidas tapan la vista


Si el pueblo lo exige, hay que cambiar. Al pueblo necesitado se lo respeta, porque es inteligente, no es una masa manejable con un pancho como te quisieron hacer creer. El pueblo necesitado quiere otras cosas y las está demandando con contundencia. Yo sigo creyendo que lo mejor que le pasó al país fue éste oficialismo y éste modelo. No creo equivocarme, porque fue con este barco que convertimos a los hambrientos en seres humanos y empezamos a mandar satélites al espacio. El barco no está flotando solamente, se está moviendo y se nota de muchas maneras. Pero se mueve lento quizás, en parte porque tratan de hundirlo aquellos con armas grandes, y en parte porque quizás el motor ya tiene poca fuerza.

Se está hablando de dejar este barco. Yo no tengo problema, porque navego en la segunda cubierta, que también tiene suficientes botes salvavidas. Lo triste es que la tercera y la cuarta, como siempre, no tienen ninguno. Pero no te lo dicen porque si no, nadie de tercera se sube y no te llenan el barco, que en definitiva es lo que les hace redituable el viaje.

¿Nadie se sube? Ya no estoy seguro.

Twitter: @yodisiento
Buenos Aires, Argentina




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