viernes, 21 de septiembre de 2012

La paradoja del pequeño empresario confinado a ser pequeño


Pedro es dueño una pequeña empresita que deambuló siempre entre 5 y 10 empleados, y fabrica un calzado que si bien no es de primera necesidad, está orientado a un sector de bajos recursos, con lo cual confecciona un producto necesario y valioso.

Desde los años 80's en adelante contempló absorto como su empresa, sus esperanzas, su certidumbre, y el futuro de su descendencia se iban diluyendo gobierno tras gobierno, cuales transitaban la ineficiencia y la ineficacia.

Hoy tiene 20 empleados. Debería contratar 5 más, pero la inflación le produce cierta inseguridad con lo cual no se anima todavía. El banco le da créditos para ampliarse, pero las tasas son altas, aunque por otro lado sabe que produciendo y manteniendo la suba de los precios, se descapitaliza menos que si tuviera la plata.

A la empresa le va muy bien, porque el consumo interno es tan alto que no da abasto. Hizo buen dinero estos años, y pudo guardar algo en dólares, y en otras cosas, además de haber ampliado y arreglado su casa, construido la piscina, y mantenido en cero kilómetro su camioneta de fabricación nacional por supuesto, de gama media, esas que vienen con todo eléctrico.

Hace unos cinco años se va a veranear con su familia a Punta, Brasil, y en dos oportunidades fue a Disney. Se compró la vida en EEUU porque, -¡Imagináte, todo sale dos mangos y acá siempre hay forma de pasarlo sin declararlo! ¡Todo sale un 50% menos!

Hoy Pedro se levantó mejor. Ayer participó del cacerolazo en contra de la "inseguridad". Eso le dio una mínima dosis de catarsis. Pero de verdad se siente apesadumbrado. Triste. Este gobierno lo está esquilmando. Él dice que lo privan de su libertad. Que no lo dejan salir del país. Dice eso porque ya no consigue dólares al precio oficial, y solo puede conseguirlos pagándolos un 30% más caro en el mercado negro. -¡Un 30% más caro! ¡Me están esquilmando! ¡Están coartando mi libertad!- Para no pagarlos más caros, está obligado a usar su tarjeta de crédito. Pero si la usa, está obligado a declarar lo que ingrese al país, como debió ser siempre en realidad, pero él antes no lo hacía. -¡Si declaro, me van a cobrar un 50%, porque el 15% lo puedo devengar de ganancias! ¡Pero un 50% más! ¡Por Dios! ¡Así ya no se puede viajar! ¡Me obligan a ir a Mar del Plata!

Llegó a la oficina y se encontró con una invitación de la Casa Rosada. Resulta que él forma parte de una Cámara de fabricantes de calzado de bajo precio, aquél que en general necesitan los de menores ingresos. La invitación es producto de una selección, un poco al azar, entre aquellos pequeños empresarios que se destacaron por su crecimiento y performance de los últimos años. Es una invitación levemente impersonal, pero no por eso deja de ser importante.

Pedro decide acudir, por compromiso exclusivo con la Cámara, y no porque acompañe a este gobierno. Todo lo contrario. Si sabe de ciertas medidas es porque su contador le filtra lo que le sirve a él, porque odia la Cadena Nacional de la Presidenta. -¡Mejor no te digo lo que pienso de esa dictadora! Así sentado en el salón, desde aquella posición lejana, observó a la Presidenta dar su discurso y anunciar un grupo de medidas, <<siempre benefician a los que menos tienen, pero nunca una para los que nos arriesgamos a tener una empresa en este bendito país>>, pensó. La Presidenta anunció que una muerte por accidente pasaba de 183 mil pesos, a casi medio millón de pesos. Anunció que en ese orden subían todas las escalas de accidentes, ajustables cada 6 meses como la jubilación. Anunció que el tope para cobrar las asignaciones familiares pasaban de 5 mil a 14 mil considerando ambos padres. Algo así como 700 mil personas más que cobrarían las asignaciones familiares. También anunció un incremento en esas asignaciones del orden del 26% para la escala más baja.

Pedro tomo conciencia que los 3400 millones de pesos adicionales seguramente impactarían en su empresa. En ese mismo momento, tomó la decisión de empezar la búsqueda de los 5 empleados, el crédito, y hacer la ampliación que ya venía necesitando hacer. Y pensó en la consecuencia para sus bolsillos que ya había analizado. La ampliación le permitiría ganar a él anualmente, después de todos los costos pagados, unos 200 mil pesos adicionales. ¡Adicionales! ¡200 mil de rendimiento bruto todos los años para sus bolsillos! Y la sonrisa le floreció en el rostro.

Así permaneció unos segundos hasta que el semblante se le empezó a apagar. <<Esos 200 mil, me producen tal incremento que me van a sacar el 65%. Tanto sacrificio y el Estado se queda con todo lo que gano. ¡Solo me quedarán 70 mil pesos anuales de sobra! Encima, qué hago con 70 mil pesos adicionales para mí y mi familia si la inflación me los va a comer. Me parece que me compro un problema en lugar una mejora>>, pensó con pesar.

<<En un año, si no hago nada, esos 70 mil pasarán a ser 52 mil. ¡Me obligan a gastarlos! Si los meto en un plazo fijo, a un año con suerte te dan un 15%. Me quedarían 63 mil. No los puedo poner en dólares, aunque en esa moneda la perspectiva de crecimiento es de un 8%. La mitad de un plazo fijo. Pero si quisiera, no puedo porque no me dejan. ¡Que desastre! 70 mil pesos adicionales y no me sirven para nada en este país. ¡Me obligan a subir un cacho los precios para compensar esa pérdida!>>, siguió meditando.

De pronto se frenó. Una idea pareció cruzar su cabeza. Fue algo fugaz, débil, que no pudo discernir claramente, y que se esfumó así como surgió. En esa idea, se dibujó la conciencia que esos 130 mil pesos que le iban a quitar de ganancias, más esos 7 mil pesos que le consumiría la inflación, sumados a lo que debería pagar además por irse de vacaciones a gastar fuera del país, eran su contribución con los 3400 millones que el Estado lanzaría adicionalmente al mercado, los mismos millones que le permitirían conseguir 63 mil pesos nuevos todos los años de ingresos, 70 mil si los gastaba rápido, para hacer lo que se le cante a él y a su familia. Por un instante vislumbró que por esas medidas y esta gestión, tenía la posibilidad de incrementar sus ingresos, que otrora tenían un solo sentido, el de reducción. Pero esas ideas se desvanecieron rápidamente sin concretarse en su mente.

Y Pedro volvió a sus cabales y lanzó para sí mismo: -¡Este gobierno es una mierda!

***

Nota del Autor 1: Pedro en realidad es gerente de una empresa multinacional. Sus empleados son su inteligencia, su capacidad de manejar gente, y sus posibilidades de gerenciar varias cosas al mismo tiempo. Su ampliación es un negocio que quiere poner en Palermo Soho, y la deuda, un crédito en el banco. El ingreso adicional es proporcional a ese negocio, no tiene relación con el relato previo.

Nota del Autor 2: Pedro en realidad es dueño de un bar modesto. Sus empleados son los mozos y el cocinero. La ampliación es usar la parte de afuera poniendo mesas y pagando los cargos correspondientes más un par de mozos. La deuda, un amigo que hará la inversión.

Nota del Autor 3: Pedro en realidad es un almacenero. Sus empleados son 2. Su ampliación es 1 repartidor y una camioneta. Su ampliación es un servicio de reparto, y la deuda una buena parte de sus ahorros.

Nota del Autor 4: Pedro en realidad es un empleado en relación de dependencia de una empresa pequeña. Sus empleados son su cerebro y sus horas de trabajo. Su ampliación es un aumento de sueldo que le fue otorgado.

Twitter: @yodisiento
Buenos Aires, Argentina


Fuentes:
http://www.calzadoargentino.org.ar
http://www.mecon.gov.ar
http://www.lanacion.com.ar

Fuente de la imagen: http://jomicom.blogspot.com.ar/2009/02/hombre-triste.html

3 comentarios: